Cuando era niña, mi pasatiempo era idear cosas. Se las contaba a mi papá, quien, aguja en mano, me decía que eso ya había sido inventado.
Desde entonces, mi paranoia es que me roben las ideas. Muy de vez en cuando le cuento a alguien una idea, pues, no importa cuán amigo sea mi interlocutor, yo siento que potencialmente me puede plagiar. Admito también que le tengo particular miedo a la gente inteligente o creativa o imaginativa. Ellos siempre serán los primeros en afanarte una idea.
"Idea" es mi segunda palabra favorita en el mundo. La primera es "yo".
El tiempo pasó y ya se sabe: verano en Rocha, el crepitar de las hojas en el suelo, la alergia de los setiembres y la ropa superpuesta. La moda que pasa y el "no pasa nada". Mientras tanto, tuve muchas ideas. Las escribí.
Fue la peor de las mejores ideas. Traer una idea a palabras es ... diferente a cualquier proceso que relacione y plasme lo mental en lo tangible.
Una idea se ve. Ya está, es un paquete con moño y dedicatoria. Y transferir eso a terceros es un trayecto complejo.
Los demás (los chorros de ideas o los pobres de mente) pueden pensar lo que quieran pero lo cierto es que yo sé lo que quise decir cuando lo dije.
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