sábado, 14 de mayo de 2011

Salieri de Guinovart.

Cuando era niña, mi pasatiempo era idear cosas. Se las contaba a mi papá, quien, aguja en mano,  me decía que  eso ya había sido inventado.

Desde entonces, mi paranoia es que me roben las ideas. Muy de vez en cuando le cuento a alguien una idea, pues, no importa cuán amigo sea mi interlocutor, yo siento que potencialmente me puede plagiar. Admito también que le tengo particular miedo a la gente inteligente o creativa o imaginativa. Ellos siempre serán los primeros en afanarte una idea.

"Idea" es mi segunda palabra favorita en el mundo. La primera es "yo".

El tiempo pasó y ya se sabe: verano en Rocha, el crepitar de las hojas en el suelo, la alergia de los setiembres y la ropa superpuesta. La moda que pasa y el "no pasa nada".  Mientras tanto, tuve muchas ideas. Las escribí.


Fue la peor de las mejores ideas. Traer una idea a palabras es ... diferente a cualquier proceso que relacione y plasme lo mental en lo tangible.

Una idea se ve. Ya está, es un paquete con moño y dedicatoria. Y transferir eso a terceros es un trayecto complejo.

Los demás (los chorros de ideas o los pobres de mente) pueden pensar lo que quieran pero lo cierto es que yo sé lo que quise decir cuando lo dije.

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