Así, de golpe, rapidito, veo que entre vos y yo hay un hilo que no puedo cortar. Te veo en mí y en todas partes, en las paredes, en lo que se estira y en lo que se mueve.
Yo te amo o no. Somos amigos o no. Cómplice de tus andanzas, quiero andar tus caminos; esos que te pesan y te duelen, y los que te enorgullecen. Los adoquines de la gloria que te constituye. Bajo tu techo, tu brillo será mío también. Y así podré respirarte un poco más.
Te miro y tiemblo. Río y me sonrojo. Juntos, en ese instante, somos felices. Pero en tu sonrisa quebrada, puedo sufrir tus heridas. Y sufriendo tu dolor, sé que te sentís un poquito más liviano. Por eso si estoy cerca te movés más rápido.
¡Es increíble que nos demos las manos y el mundo siga girando!
Y sin querer, sin querernos, a cada rato nos estamos amando.
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