Yo acá me llevo los papeles del domingo; los garabatos sin terminar. La ternura de tu mirada sigue siendo infinita, se perpetua trémula en mi centro ocular. Te respiro un poco y enloquezco.
En tu ausencia, el naranja, el verde y el celeste palpitan hacia mí confundidos en un sólo color amargo y frío.
Aún hay belleza entre los momentos discontinuados, entre todos los puntos del tiempo que se esfuman en espiral de mi memoria.
Te extraño y mi burbuja se vuelve inhóspita y gélida. Mis labios se secan, mis uñas se encarnan. Tu nombre es punzante y me clava un puñal entre las vértebras.
Yo, moribunda y débil, te regalo el mundo a través una lágrima.
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