jueves, 1 de noviembre de 2012

De dios.

Siento con mis genitales. Ellos son quienes disponen si me agradas, si te amo, o si me convertiré finalmente, cuando menos los esperes y más débil estés y más me necesites, en tu asesina.

Yo pasé de Alighieri  (sí, Alighieri. No es mi amigo personal) No hay infiernos, paraísos o purgatorios. No hay dioses, ni ángeles ni demonios. No hay caídos ni profetas. No hay Beatrices.
Sólo estamos nosotros, nosotros y esa ínfima distancia que nos separa de Neptuno.

¡Un dios sin pene no puede amar! ¡Absurdo! Un dios sin vísceras, sin pus, sin mucosidad, sin granos ni jugos gástricos. ¡Un dios divino! ¡Ridículo!

Y siempre hemos estado solos. Nunca seremos más que nosotros mismos ¡miserables criaturas que se arrastran por oro o petróleo!  ¡Infames seres que soñamos sólo del cuello para arriba!
No hay honor ni patria ni valentía en las migajas que nos arrojan los otros. ¡Nosotros! ¡Ratas bípedas que suman y restan, que pueden deletrear!

Y más allá de nosotros - que no es un nosotros real, sino un mero 'uno mismo'- está la nada desnuda, rendida y obscena, que se dedica a ser nada y a perpetuarse como la nada que es por toda la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario