domingo, 4 de septiembre de 2011

Foto familiar

Uno de estos días te vas a despertar (porque tarde o temprano, todo el mundo se despierta) y empapado en tu rutina te darás cuenta de que hay al menos cinco cosas que hubieses querido hacer y dejaste pasar de largo.  No hablo de aquello para lo que jamás tuviste siquiera una oportunidad; me refiero a situaciones reales que desperdiciaste, confiado en que la vida te es sumisa y siempre te responde con la cabeza baja.

A tu lado estará tu mujer - esposa, novia o concubina; en realidad nunca te importó - que te esperará al final de ese día con una cena improvisada, simple e insulsa. Aquí es importante que sepas que las mujeres cocinamos a nuestra imagen y semejanza; algo en lo que nunca reparaste realmente.

Pero ella siempre estuvo allí, bella. Internada en el gimnasio en tu honor. Asidua a la peluquería - sabe que la competencia es mucha (y digna) - te preguntará si no notás nada nuevo. Y vos dirás que sí, tragando fideos sin salsa, enmantecados en demasía, y habrás adivinado y ella sonreirá y harán el amor esa noche y jugarán a ser felices.
Pero como es de esperar (y ésto lo sabes vos mejor que yo) en cuestión de días te increpará porque no llegaste en hora; y cuando llegaste, llegaste sudando whisky, y te interrogará acerca de la morochita esa que trabaja con vos, o la pelirroja que miraste en el supermercado (la saludaste disimulando) o por esas llamadas que pretendes no escuchar a las diez de la noche.

Y no, claro que no serás feliz. Porque tus amantes no son una oportunidad en sí, son un escape. Oportunidad fueron aquellas que dejaste ir; aquellas a las que no te acercaste por miedo a enamorarte, aquellas que descartaste de forma cobarde y pacata.

Intentarás dejarla una y otra vez; pensarás seriamente en hacerlo al menos cada diez días pero ¿qué pasará después? ¿cómo se supone que un hombre recorre tanto mundo solo, así, sin culpas en la mochila, sin nada que simular, sin mentiras que nadie crea? ¡Es imposible! No hay hombre que pueda con eso, no a tu edad. Es así que decidirás quedarte ahí, con ella. En el peor de los casos a vos sólo te beneficia su falta de amor propio, es (y lo sabes) lo que la ha hecho arrastrarse por vos todos estos años.

Resignado, te quedas ahí. Afuera todo es desconocido, nuevo y seguramente, peligroso. Discutirán el sistema de calificación del colegio al que mandan a los chicos y luego dormirán, otra vez y nuevamente, para siempre.

Y así, moebius infinito. Pero vos sabés que hubo al menos cinco cosas que deseaste hacer y no hiciste, que puede que a tu edad ya sea demasiado tarde y que no llevaste la vida que querías llevar.

Y se te partirá el alma, sufrirás.  Pero nadie puede negarlo: quedan bellísimos en la foto familiar.

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