martes, 20 de agosto de 2013

De bares *

Es este preciso instante - no el instante anterior ni el instante próximo- el que consume y quema el cien por ciento de mi existencia.
Ésto, bien observado, me explica y justifica infinitamente.


* * *


Es labor del enemigo, con la cobardía que lo caracteriza, apuñalarnos por la espalda.
Los amantes, generalmente altaneros y sinvergüenzas, nos apuñalan en el pecho. 


* * *

No soy creyente: no hay para mí un cielo o un infierno; no hay un dios ni un diablo.
Si fuese creyente, sin embargo, estaría del lado del diablo. Desde un punto de vista estrictamente moral, castigar la maldad es mucho más coherente y conducente que premiar la bondad - acción asquerosamente peligrosa, si se le dedica unos minutos de intelecto.
De ésto se desprende la única conclusión obvia:  todas las religiones son inmorales (al menos desde un punto de vista estrictamente moral)


* * *


Habíamos perdido absolutamente todo, incluso (y muy particularmente) la vergüenza.
No teníamos un honor que resguardar ni bienes que proteger.
Después de una breve pausa y un cruce de miradas cómplices, nos dimos cuenta de que quizá nunca habíamos tenido tanto. 



* * *


No le tengo miedo a la muerte, pero no quiero morir.
Por eso me hice escritora.









* De la maldita costumbre de escribir en servilletas de bares. Algún día las encontrás. 

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