¿Qué me arrastra hacia la muerte? No lo sé con certeza. Tengo hambre de vos, o mejor dicho, de nosotros. Porque vos sólo no sos suficiente, y yo sin vos no me basto.
Hubo calles, asfalto, adoquines, carreteras, playas, campos, nieve, montañas, llanuras, ciudades, pueblos y balnearios: un mundo. El mismo mundo que nos unió parece haber cambiado de órbita y reírse del reflejo de lo que fuimos.
Combinados, la ausencia y el tiempo no me vulneran. No es la falta de sentido lo que me flagela ¡pudiese yo decodificar este Talón de Aquiles! ¿Me mata acaso tu indiferencia hacia mi dolor? Quizá, tal vez.
Vos sos aquello que podés ser, lo que te sale ser. Siempre tan más allá, siempre tan fuera de alcance, siempre tan fuera de foco. Tu paso te delata, evidencia tus carencias, tus rasguños, tus heridas. Quiero arrancar tus penas y vos siempre tan vos, tan lejos de todo.
Y así y todo, te amo todo así. No hemos podido, no hemos sabido evitarnos. Yo en tus sesos y vos en los míos ¡pero distantes en cuerpo, distantes del beso!
Lo he perdido todo - porque vos ganaste y lo sabés. A mí ya no me queda nada, ni siquiera el punto final de esta historia que guardas en tu espíritu conformista, resignado y cobarde. ¿Amor? Eso también es tuyo ya; te he dado todo el que tenía para dar.
¿Qué quería? Una caricia, un abrazo, un intento. Quería un poco más, un poquitito más que esta nada. Sólo te eran precisas unas palabras para salvarme de la oscuridad en la que vivo desde nuestro adiós.
Hoy los recuerdos sólo hacen llorar, me hacen sangrarte y padecerte, ¡qué parecido que sos a la mismísima muerte!
Sin embargo, no me sale culparte. No soy yo la que se ocupa de eso - sólo puede repartir culpas el que, en efecto, tenga la culpa.
Sin embargo, éste no es el final. Lo inconcluso duele más. Las dagas de los afines clavan más hondo que la de los fines.
¿Qué me arrastra hacia la muerte? Vos. Quizá, tal vez. Puede también que sea la vida, y ese sería el mejor de los casos.
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