Yo puedo, relativamente fácil, cuando quieras, sin presión ni apuros, poner el alba a tu nombre.
Puedo también, como quien no quiere la cosa y disimuladamente, dejar morir mis labios en los tuyos para siempre.
Puedo yo asimismo, y ojalá vos quieras que yo pueda, ser tu abrigo, tu voz, tu pulso, tu paisaje.
Yo puedo bajar mi guardia, mis escudos, mis defensas y toda mi seguridad emocional en pos de que me creas cuando te digo que yo puedo.
Yo puedo, mi amigo, si sólo me abrieses un poco la puerta y con miedo a que me malinterpretes... ¡qué va! Sin vergüenza alguna ¡yo puedo amarte!
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