Lloré una lágrima desafinada por culpa del desamor y callé tu nombre frío y distante; ajeno al mundo vivo que palpita en agonía.
Lloré una lágrima suicida que lamenta -y no- que no hayas sabido jamás quién soy, que hayas supuesto de dónde vengo, que hayas mentido descaradamente a esta mentirosa.
Yo lloré, pero finge vos la sonrisa de siempre; y volvé a tu vida de siempre, a tu ella de siempre, jugá el juego de siempre, cerrá tu cárcel de siempre...
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