Del sentido y del amor, todo lo ignoraba. La luz caía en mi piel como el hecho al olvido, y temblaba cruda mi última oportunidad.
Los amigos me esperan, siempre me esperan. El amante me llama y me nombra.
¡Eran puentes y no muros los que se erguían frente a mí! Envestida en locura, crucé la última puerta y dije mi último adiós.
La muerte espera, siempre espera.
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