jueves, 10 de octubre de 2013

De Juan Carlos



Hace un generoso pedazo de tiempo (porque yo pienso en el tiempo así, como algo de lo que se pueden arrancar pedazos, y se puede hacer pedazos) que quiero escribir sobre Juan Carlos.

No hay nada más uruguayo que el gran Juan Carlos Onetti. Siempre he dicho que hasta los extranjeros de Onetti son uruguayos: cabizbajos, quejosos, un poco tristes y un poco todo lo demás. Y no hay nada más onettiano que fumar en la cama, pero no es el cigarro que sucede al sexo, es el cigarro que antecede a la Muerte (o a la Vida misma, depende de dónde se mire)

Sería de una soberbia enorme de mi parte hacer un repaso por la literatura de Onetti (O’Nety, como él mismo cuenta o inventa o ambas) porque contrariamente a lo que se nos ha hecho creer, no es fácil leer al caballero de Santa María. Es un autor complejo, no evidente, requiere re – lectura, concentración y una voluntad del carajo.

Onetti, un autor esencial de la literatura latinoamericana, no terminó el segundo año del liceo (secundario) y se coloca así en las antípodas de Jorge Luis Borges (el erudito) quien, según afirman las malas lenguas, no quería nada – pero nadita- a nuestro Juan Carlos. Sea como fuere, ambos ganaron un Cervantes y se colocan, desde un punto de vista muy personal, junto con Mario (Vargas Llosa) y Julio (Cortázar) como cuatro escritores de lectura obligada que, quien no los haya leído, puede que no haya vivido realmente.

Juan Carlos Onetti pasó sus últimos años tirado en un lecho madrileño, fumando por supuesto, y añorando a su manera aquel Montevideo en el que había sido feliz pero que, como él, había cambiado.

Onetti, el lúgubre, el tímido casi antisocial, el negativo, el original, el íntimo, el eterno pesimista, reconocería, con mucha lucidez y razón: ‘yo soy inmortal en la Literatura. No pueden matarme’



Con ustedes, el maestro: http://www.youtube.com/watch?v=24ghaejzvVY

viernes, 4 de octubre de 2013

De tus necesidades

Para vos, que tomas lo que necesitas de mí
y luego te vas
me sonrojo, sí, vergüenza me da
gritarle al mundo, admitir
que estoy rogando a los cielos
que pronto, muy pronto
necesites algo más.